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manuela

Dímelo cantando

Dímelo cantando En mi familia, las hembras siempre hemos tenido los ovarios muy bien plantaos.
No se trata de justificar la manera de ser de las mujeres actuales, pero vamos, baste como ejemplo, lo que ya mi abuela y su comadre (madrina de bodas) les hicieron en una ocasión a mi abuelo y al padrino de bodas.
Hablamos pues de mmm.... del año 1928 en un pueblecito del Sur de España. En este pueblecito las distracciones para los hombres eran más bien escasas, ni tele, ni radio, y sexo en casa, lo justo (mi abuela tuvo ocho hijos y varios abortos en menos de veinte años de matrimonio). Así que no eran pocos, pues, lo hombres que se iban al "puticlub" del pueblo, casa de jembras, con el fin de pasar un rato agradable con una mujer sin que esto incrementase la familia, que a la abuela cada vez que le tocaba una teta el abuelo, se quedaba encinta.
Cuentan las más mayores de la familia que una noche el abuelo y el padrino, se fueron de jembras diciendo a sus respectivas esposas que iban al bar con otros varones. A esto, que pasó el hombre del carrito, uno que vendía chucherías por las calles llamando de puerta en puerta, y las dos esposas le pidieron el favor de que fuese a ver si sus amantes maridos estaban en el bar ... ¿o dónde?. Al final, el hombre del carrito, accedió y fue al bar, pero allí no estaban, así que fue a la casa de jembras donde encontró a los dos hombres sentados en una mesa cantando con más amigos y alguna mujer de la mala vida.
Ya que estaba allí el hombre del carrito, hizo negocio vendiendo almendras y alguna otra golosina, y volvió a casa de la abuela, donde estaban aguardando las esposas noticias de sus maridos.
Quedaron estas bien informadas. De quiénes estaban en aquella mesa, quiénes cantaban (los maridos), qué cantaban y de cuántas jembras había allí .
Indignadas ambas por la mentira, decidieron esa noche en vez de dejar atrancada la puerta de la casa con una silla, cerrar a cal y canto y que los cantantes no pudieran entrar, y así lo hicieron.
Cuando los maridos llegaron (vivían en la misma calle, una casa en frente de otra) se encontraron con que ninguno de ellos podía entrar a su respectiva casa, así que empezaron a llamar a sus respectivas esposas por la ventana:
-Dolores, que has cerrao la puerta sin darte cuenta, ábreme, mujer.
-Dímelo cantando - respondió la esposa, y él asombrado le dijo.
- ¿Cantando a estas horas de la madrugá?.
-Sí, cantando, como tú sabes.
El abuelo no daba crédito a la petición de la abuela, algo parecido sucedía en la acera de enfrente. Los dos hombres se miraban, perplejos e insistían.
-Pero mujer ¿qué quieres que te cante?.
-Ah, pues tú sabrás, pero si quieres entrar, canta, dímelo cantando.
Así que tanto uno como otro empezaron a cantar en las ventanas correspondientes, lo primero que se les venía a la cabeza.
-Esa no, esa no, la otra, con esa no te abro.
-Pero mujer qué quieres que te cante, dímelo.
- Pues esa, que tú te sabes, esa que tanto te gusta cantar.
Por más que ambos se estrujaban las meninges, no se les ocurría cantar lo que en la mesa de la casa de jembras habían cantado y solo obtenían por respuesta:
-Esa no, esa no, la otra que tú te sabes.
Pasaron los hombres esa noche en la calle y cuentan que muchas de las siguientes las pasaron en el corral uno de ellos y el otro, más afortunado, tenía cuadra y por lo menos pudo pasarlas a cubierto.
Hoy es el día, en que como broma entre personas de la familia, cuando una llama a la puerta de otra, la de dentro dice aquello de.. "Dímelo cantando".

4 comentarios

siouxie_ -

Jeje. Supongo que les valdría un buen cabreo a los dos hombres, pero con el tiempo todo queda en anécdota .

Amanda -

No hay nada como una mujer andaluza para hacer las cosas como se deben, juas!!
Saludos.

eMe -

Jajaja.
Muy buenos el artículo y su comentario.