La Rambla, provincia de Córdoba.
Ese es el pueblo donde yo me comí las primeras papillas, y mastiqué las primeras chuletas. El pueblo donde di mis primeros pasos y donde hice mis primeras travesuras, el pueblo que hasta unos días antes de mi séptimo cumpleaños me vio crecer.
Un pueblo que subsiste de la cerámica y de la industria que en torno a ella se genera (tranporte, embalaje, flores secas, barros, esmaltes)
De mi años de niña guardo varios recuerdo en el corazón, y en estos días que he vuelto, junto con Oz por primera vez, las fotografías que éste ha hecho me los han avivado.
La casa tiene dos plantas la de la galería y la de los dormitorios y pese que con los años se han ido cambiado cosas, la estructura es muy parecida, excepto en que ahora no hay cocina chica (la que está antes del patio) y cocina de verano (la que estaba atravesando el patio).
Desde la puerta de la calle se accede a la galería con su chinero para guardar la porcelana de china (que usamos como comedor) y desde la misma puerta ya se ve el patio interior que mi madre tiene toldado y rodeado de plantas. A la derecha de la galería, están la escalera que dan a los dormitorios y la cocina, cocina a secas ahora y antes cocina chica.
En el patio, presidido por San Rafael Alcángel ,una escalera sube al pajar y del pajar a la azotea desde donde se ven los tejados de las calles cercanas y la puerta que antes daba a la cocina de verano y ahora da a otra vivienda que está esperándonos cada verano a que vayamos a usarla.
En las escaleras de ese patio he pasado yo muchas siestas de calor, sombreada por el toldo azul marino, haciendo pompitas de jabón y oliendo el aire impregnado de un olor muy especial, el olor que daban los antiguos hornos de cerámica al cocer los cacharros de barro.
Por las noches el aire se viste de gala con los olores de la dama de noche, los jazmines y los nardos.
Hay dos piezas típicas de cerámica en mi pueblo, a saber: la jarra de cuatro picos y el botijo para el agua. Dentro de los botijos, los blancos sin esmaltar para el verano y los vidriaos para el invierno.
Las demás piezas se han ido añadiendo poco a poco pero esas dos son las clásicas por excelencia.
En el Llano Convento me bautizaron a mí, una de las cuatro iglesias de mi pueblo.
Durante años estuvo cerrada, pero hace poco, lo volvieron a habilitar, a mí me hace ilusión cuando voy pasarme por allí.
Del Llano Convento sale la calle Las Flores, aunque la verdad, esta vez la vi muy desangelada. Ni una flor en su paredes y arriates, a ver si hacen algo los encargados del ayuntamiento, porque es una pena.
Otros sitios destacables son el paseo donde los jóvenes de entonces daban vueltas y vueltas acelerando o aminorando el paso hasta igualar con la persona por la que caminaba su corazón.
El jardín de Los Pajaritos, difuntos pajaritos dado que en vez de la jaula con esos mil pájaros esta vez me he encontrado una farola
y el Paseo de la Minilla, donde hay escaleras estrechitas, un estanque con peces, una cueva y farolas que si les pegas una patada se apagan y que ha dado cobijo a los primeros besos inocentes y torpes de muchos rambleños... y rambleñas (se dice que de allí salían preñadas las mocitas).
Personas ilustres de mi pueblo... pues claro, a saber: María, Concepción, Papa Curro, Currito y Currili (estos tres son abuelo, padre y nieto) esos en mi calle. Luego estaba Natalia que era pastelera y me regalaba los pasteles que se le rompían y la heladera de La Valenciana, que me daba las galletas de los cucuruchos rotas también. Sor Juana que se arremangaba los hàbitos para poner el zócalo de mi casa y que por dejarla usar la máquina de coser a veces llevaba botes de macedonia en almíbar. Sor Felisa, que me pintaba a boli lunares y rabillos en la cara y me sentaba en su mesa allí quietita; era la única forma de que me portase bien, así, maquillada a boli y me daba recortes de hostias de la iglesia como premio.
Yo iba a un colegio/ guardería / asilo que regentaban las mercedarias. Allí conocí a Margarita y a "la niña" en cuyas sillas de ruedas engachábamos la goma en los recreos para jugar. Hoy en día es sólo asilo. Pero no un asilo cualquiera, no. Un asilo precioso, nuevo, limpio y con unos precioso patios interiores donde sus habitantes hallan momentos de calma y frescura en los meses de calor. Y las mojas, encantadoras, como siempre.
Aparte de los botijos y las jarras, que se me olvidaban, están los cortadillos de cidra, pasteles hechos de hojaldre y cabello de ángel y que están riquísimos.
Y en cuanto a los bares y lugares de recreo destacar El Botijo blanco y El Corner (del Caneco) el bar de Langetas y el de Marín, hay discotecas modernas pero la clásica clásica es "El Crimbros" donde mi hermano se ganó a base de servir copas los primeros dineros para comprarse su primera moto.
En fin, que estos días por mi pueblo me han removido por dentro los recuerdos.
Me decía Oz que en mi pueblo le dolían los ojos con la luz, hay luz, sí, pero lo que más impresiona es que esa luz se reflacta en las paredes encaladas blancas .
Un pueblo que subsiste de la cerámica y de la industria que en torno a ella se genera (tranporte, embalaje, flores secas, barros, esmaltes)
De mi años de niña guardo varios recuerdo en el corazón, y en estos días que he vuelto, junto con Oz por primera vez, las fotografías que éste ha hecho me los han avivado.
La casa tiene dos plantas la de la galería y la de los dormitorios y pese que con los años se han ido cambiado cosas, la estructura es muy parecida, excepto en que ahora no hay cocina chica (la que está antes del patio) y cocina de verano (la que estaba atravesando el patio).
Desde la puerta de la calle se accede a la galería con su chinero para guardar la porcelana de china (que usamos como comedor) y desde la misma puerta ya se ve el patio interior que mi madre tiene toldado y rodeado de plantas. A la derecha de la galería, están la escalera que dan a los dormitorios y la cocina, cocina a secas ahora y antes cocina chica.
En el patio, presidido por San Rafael Alcángel ,una escalera sube al pajar y del pajar a la azotea desde donde se ven los tejados de las calles cercanas y la puerta que antes daba a la cocina de verano y ahora da a otra vivienda que está esperándonos cada verano a que vayamos a usarla.
En las escaleras de ese patio he pasado yo muchas siestas de calor, sombreada por el toldo azul marino, haciendo pompitas de jabón y oliendo el aire impregnado de un olor muy especial, el olor que daban los antiguos hornos de cerámica al cocer los cacharros de barro.
Por las noches el aire se viste de gala con los olores de la dama de noche, los jazmines y los nardos.
Hay dos piezas típicas de cerámica en mi pueblo, a saber: la jarra de cuatro picos y el botijo para el agua. Dentro de los botijos, los blancos sin esmaltar para el verano y los vidriaos para el invierno.
Las demás piezas se han ido añadiendo poco a poco pero esas dos son las clásicas por excelencia.
En el Llano Convento me bautizaron a mí, una de las cuatro iglesias de mi pueblo.
Durante años estuvo cerrada, pero hace poco, lo volvieron a habilitar, a mí me hace ilusión cuando voy pasarme por allí.
Del Llano Convento sale la calle Las Flores, aunque la verdad, esta vez la vi muy desangelada. Ni una flor en su paredes y arriates, a ver si hacen algo los encargados del ayuntamiento, porque es una pena.
Otros sitios destacables son el paseo donde los jóvenes de entonces daban vueltas y vueltas acelerando o aminorando el paso hasta igualar con la persona por la que caminaba su corazón.
El jardín de Los Pajaritos, difuntos pajaritos dado que en vez de la jaula con esos mil pájaros esta vez me he encontrado una farola
y el Paseo de la Minilla, donde hay escaleras estrechitas, un estanque con peces, una cueva y farolas que si les pegas una patada se apagan y que ha dado cobijo a los primeros besos inocentes y torpes de muchos rambleños... y rambleñas (se dice que de allí salían preñadas las mocitas).
Personas ilustres de mi pueblo... pues claro, a saber: María, Concepción, Papa Curro, Currito y Currili (estos tres son abuelo, padre y nieto) esos en mi calle. Luego estaba Natalia que era pastelera y me regalaba los pasteles que se le rompían y la heladera de La Valenciana, que me daba las galletas de los cucuruchos rotas también. Sor Juana que se arremangaba los hàbitos para poner el zócalo de mi casa y que por dejarla usar la máquina de coser a veces llevaba botes de macedonia en almíbar. Sor Felisa, que me pintaba a boli lunares y rabillos en la cara y me sentaba en su mesa allí quietita; era la única forma de que me portase bien, así, maquillada a boli y me daba recortes de hostias de la iglesia como premio.
Yo iba a un colegio/ guardería / asilo que regentaban las mercedarias. Allí conocí a Margarita y a "la niña" en cuyas sillas de ruedas engachábamos la goma en los recreos para jugar. Hoy en día es sólo asilo. Pero no un asilo cualquiera, no. Un asilo precioso, nuevo, limpio y con unos precioso patios interiores donde sus habitantes hallan momentos de calma y frescura en los meses de calor. Y las mojas, encantadoras, como siempre.
Aparte de los botijos y las jarras, que se me olvidaban, están los cortadillos de cidra, pasteles hechos de hojaldre y cabello de ángel y que están riquísimos.
Y en cuanto a los bares y lugares de recreo destacar El Botijo blanco y El Corner (del Caneco) el bar de Langetas y el de Marín, hay discotecas modernas pero la clásica clásica es "El Crimbros" donde mi hermano se ganó a base de servir copas los primeros dineros para comprarse su primera moto.
En fin, que estos días por mi pueblo me han removido por dentro los recuerdos.
Me decía Oz que en mi pueblo le dolían los ojos con la luz, hay luz, sí, pero lo que más impresiona es que esa luz se reflacta en las paredes encaladas blancas .
9 comentarios
pablo -
siouxie_ -
Ese modo de vivir en los pueblos de Córdoba en verano, me es muy familiar, ya que mi querido padre ha odiado la playa y los apartamentos en la costa desde que le dió la gana, (porque hay por mi casa muchas fotos de él y sus amigos o mi madre de jovenzuelos en la playa). En fin, mis vernos han sido en un pueblo de la sierra, Villaviciosa de Córdoba, en el valle de los pedroches, donde de día hace calor y de noche refresca y hay que dormir tapado. En cada casa su patio, en cada patio su emparrado dando sombra, y sobre la mesa, un botijo sobre un plato.
También había en nuestra casa del pueblo una cocina de verano, y una escalera que yo subía para mirar desde arriba el gallinero de los vecinos y putear a las gallinas echándoles cosas. Cosas de niños. En ese patio he leido muchos libros, primero los míos, cuando se me acababan, los de los demás. Me gustaba ver películas en blanco y negro con mi abuela, e ir a comprar la leche con una lechera de aluminio a una casa que tenía vaquería. A la hora de la siesta mi hermano tocaba la guitarra en su cuarto, y yo escuchaba los solos que sacaba de deep purple, eric clapton, the credence clearwater revival...
eMe -
mirome -
al proximo viaje por cordoba picaré al interior de alguna casa, porque solo dejan ver los patios entre rejas, (preciosos).
la calle de las flores sin flores, será el calor?
Daisy -
Manuela -
Oz licuado -
Marine -
Bambolia -
Bonito lugar y bonita casa.